dimarts, 15 de febrer del 2011

En relació a 'Pa Negre'

Ja us ho havia anunciat. Pa Negre, LA PEL.LÍCULA. Primer Sant Sebastià, després els Gaudí, i ara, els Goya. no cal afegir-hi res mes. us deixo amb aquesta esplendida reflexió d'avuí de la Pilar Rahola a La Vanguardia. Quant podrem deixar de justificar tot allò que fem i desfem des de Catalunya, per ben fet que estigui?


Pan blanco y negro

Si la creación es la avanzadilla de la razón, el deporte tiende a ser la retaguardia del estómago

Artículos | 15/02/2011 - 12:24h
El éxito de Pa negre es un gran éxito. Ya sé que algunos dirán que lo tenía todo para triunfar: una excelente novela de Emili Teixidor, una adaptación magnífica, una dirección impecable de Agustí Villaronga y unos artistas que lo han bordado. ¿Podía fracasar con tan notorios ingredientes? Podía, especialmente en el cine, donde la producción en catalán no recorre senderos fáciles. Que los Goya superaran su tendencia al etnocentrismo y aterrizaran en el planeta catalán es un mérito de todos, también, por supuesto, de los miembros de la Academia. En este sentido, el agradecimiento de Isona Passola, que aseguraba que los Goya de la película son un “reconocimiento a la diversidad” y que “siempre vais por delante, compañeros del cine”, era probablemente necesario, aunque me produce un sentimiento dual. Por un lado, esa misma sensación de Isona de que el mundo de la creación entiende razones lingüísticas que la sinrazón de otros no entiende. Pero por el otro lado, esa pesada necesidad de dar siempre las gracias por conseguir lo que es obvio. Es decir, no es suficiente con hacer una magnífica película y llegar a la competencia con gran categoría, es necesario, además, que no se pongan mal con el idioma, que no aparezca ningún talibán, que no haya ruido mediático, y así un largo etcétera de elementos extracreativos que cargan en el peso del idioma el sobrepeso de su pesada ideología. No es Isona quien debería dar las gracias por hacer un buen producto que ha sido premiado “a pesar de” ser en catalán. Es el conjunto el que debería agradecer la riqueza cultural de crear en más de un idioma. Pero estamos a años luz de que la luz de la ilustración ilustre los oscuros cerebros que pululan en los rincones de la intolerancia. Es más, algunos mentideros ya vomitaban ayer su desprecio hacia Pa negre, asegurando que había ganado por la pelea entre Sinde y De la Iglesia. Como si fuera el tercero en discordia de algo, el sobrero. Con todo, ciertamente es en el mundo de la creación donde resulta menos pesado ser catalán.

Y si la creación es la avanzadilla de la razón, el deporte tiende a ser la retaguardia del estómago, allí donde las culebras del desprecio habitan con más soltura. Lo último lo ha protagonizado el entrenador del Girona, Raúl Agné, abucheado por responder en catalán a un periodista catalán en Huesca. Originario de la Franja, explicaba a Jordi Basté que sabe lo que significa “ser polaco” desde pequeño. Es decir, que conoce “el percal”. Y “el percal” es una intolerancia lingüística secular que no se vacuna ni con democracia. Al contrario, sufre permanentes ataques cíclicos. En fin, sólo queda felicitar a unos y otro. Los primeros, porque han ganado. El segundo, porque no se ha dejado humillar. Y todos, porque han mantenido la normalidad de ser catalanes, más allá de la anormalidad en la que sobrevive el idioma


CONTINUARÀ...

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