dijous, 24 de març del 2011

Fins sempre, Liz!

Era una de les meves icones preferides. Sempre he sigut molt mitòmen, i ella estava en el (meu) pedestal més alt, juntament amb la Marilyn i l'Ava.
Ja anyoro aquella època daurada del cinema, que no vaig viure es clar, però que en tinc mil referències.
Ara si podem dir que es la fi del Star System: ens ha deixat la ultima, i la més enlluernadora, deesa de hollywood.
Us deixo amb 2  esplendids editorials dedicats a l'actriu, un de la Maruja Torres, i l'altre del Pedro Almodovar, com a homenatge a aquesta gran Senyora del cinema.
Fins sempre, Liz...!






Superviviente de todo... y de sí misma

MARUJA TORRES 24/03/2011

En su autobiografía no siempre fidedigna -al fin y al cabo, no era perfecto- el edulcorado cantante y pésimo actor Eddie Fisher, su marido previo a Richard Burton, cuenta una anécdota preciosa. Es una anécdota de despedida que define muy bien a la encantadora de serpientes y mujer de rompe y rasga que fue Elizabeth Taylor. "La vi por última vez a finales de los 70. En el restaurante Sardi's. Miré más allá de mi mesa y allí estaba ella, sentada cerca. Nos sonreímos mutuamente, cálidamente, creo, y ciertamente sin rencor. Por entonces ambos habíamos pasado por mucho. Envié una botella de Dom Pérignon a su mesa. Levantó su copa y formuló las palabras Mazel tov. Aquello éramos nosotros, dos viejos judíos que se reunían". El único viejo judío era Fisher: Taylor se había convertido años antes, cuando se casó con Mike Todd, que la dejó viudita.
En 1994, durante la ceremonia de los Oscar, tuve a Elizabeth Taylor a dos metros. Ella, colosal en su pequeña estatura. Acababa de recibir el premio humanitario Jean Hersholt, por su trabajo contra el sida -su amistad con Rock Hudson la inició en ello- y, en el pequeño escenario, lo aferraba como quien empuña un lanzallamas. Lo primero que te noqueaba era su mirada violeta -los mejores ojos del cine de Hollywood han sido británicos: Vivien Leigh, Jean Simmons, Elizabeth- y, lo segundo, su férreo carácter. Un periodista se atrevió a preguntarle por un marido o así y ella le fulminó con su silencio. Era alguien.
Para empezar, fue buena actriz desde sus interpretaciones juveniles, lo continuó siendo a pesar de que no siempre tuvo a su alcance buenas películas que colmaran tanto su sed de Four Roses como de diamantes. Pero Un lugar en el sol, El árbol de la vida, Gigante y ¿Quién teme a Virginia Woolf?, cuatro grandes melodramas, siguen ahí. Con ella y su energía. Por no hablar de aquella hembra enfurecida -tenía en la cama a Paul Newman y éste pensaba en su compañero de universidad, hay que entenderla- de La gata sobre el tejado de zinc. Fue buena actriz, digo, pero era tan guapa que no podíamos verlo.
También fue buena madre, pero tuvo tantos maridos que no supimos ni nos dejó verlo. Maridos: el actor británico Michael Wilding (dos hijos); Nick Hilton (hijo de Conrad, fundador del imperio hotelero, tío abuelo de Paris: un memo; ningún hijo); Mike Todd, que la dejó viuda al estrellarse su avión mientras promocionaba su producción La vuelta al mundo en 80 días, en accidente de avión privado, que son más fardones pero más peligrosos que las líneas regulares (una hija, preciosa, Liza); Eddie Fisher (dos adulterios: uno porque él estaba casado con la arpía deliciosa Debbie Reynolds cuando se liaron; dos porque le puso los cuernos con Richard Burton; ningún hijo); Richard Burton (dos matrimonios y una hija adoptiva, enferma de polio, Maria); y un político y un albañil, el primero un chorizo y el segundo una víctima de los excesos, como ella, a quien conoció fregando suelos en la clínica de rehabilitación Betty Ford.
Sobrevivió a todo: a la fama, a la belleza, al alcohol, a las pastillas, a los buenos enemigos y a los malos amigos, a las pasiones, y a sí misma. Four Roses ahora mismo, jabata Elizabeth.
 


Maggie, la eterna

PEDRO ALMODÓVAR 24/03/2011


Sabía que no tardaría en ocurrir. Fueron muchos matrimonios, muchas enfermedades y muchas operaciones a las que ha sobrevivido esta mujer esplendorosa.

Desde que Tennessee Williams la escribiera, ha debido haber cientos de Maggie, la gata pero ninguna como la que Elizabeth Taylor interpretó al lado de Paul Newman, dirigida por Richard Brooks. La he visto miles de veces y siempre me ha impactado su fuerza, su belleza, su garra, su humanidad, su pasión, lo bien que le sienta la combinación y su ancestral conocimiento y tolerancia de esa cualidad tan masculina (y femenina) que es la homosexualidad. No es un secreto que Nick, igualmente bordado por Paul Newman, bebía hasta anegarse por el dolor de la muerte de su íntimo amigo (no recuerdo el nombre del personaje) cuya amistad ni el propio autor se atrevió a especificar hasta qué punto era íntima (la moral de la época y del propio Hollywood se lo habrían impedido).
He conocido a muchas estrellas, pero nunca tuve la oportunidad de conocerla a ella. Pero mi dvdteca y mi memoria está llena del arte que nos regaló en sus películas y en su propia vida. Cuando ya no hubo personajes, o no estaban a su altura, en esa industria cegata que ha dilapidado el talento de tantas actrices geniales de más de 40 años, Elizabeth Taylor tuvo lo que Billy Wilder calificaría como un gran tercer acto en su propia vida. Supo llenar el vacío de personajes con el mejor de ellos, el personaje solidario que dedicó los últimos casi 30 años de su vida y la potencia arrolladora de su fama a favor de los enfermos de sida, en un país en el que todavía sigue siendo un estigma. Elizabeth Taylor fue mucho más que una de las mejores actrices americanas desde los años cuarenta hasta los ochenta. La mujer que interpretó como nadie la vulgaridad hortera (Reflejos en un ojo dorado, de Huston, o su mítica ¿Quién teme a Virginia Woolf?) fue también icono de moda, modelo de mujer independiente que no escondía sus pasiones, ingeniosa, vital, inconformista. Una mujer a la que su propia importancia no le impedía poseer algo que pocas actrices guapas poseen: sentido del humor.
Ha muerto una de las actrices más hermosas de la historia del cine. El milagro de los ojos violeta. Mejor dicho, no ha muerto. El cine es eterno. Las películas nos sobrevivirán. Maggie es eterna.


la gata sobre el tejado de zinc caliente

un lugar en el sol


CONTINUARÀ...

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