Un papel arrugado
¿Qué tiene de especial un papel arrugado?
Nada o todo: porque hasta que no lo abres
no sabes lo que hay dentro.
Es como un pequeño meteorito, un cofre diminuto que podría esconder alguna extraña joya, es
uno de los puños cerrados que tu madre te ofrece
diciendo: elige.
Tú eliges uno, y has acertado, tu madre despliega la mano y hay un caramelo, una uva o
un bombón. Pero no puedes irte hasta que se abre la
otra mano, porque es una mano cerrada que podría
tener algo dentro, igual que un papel arrugado.
La profesión del padre de Jaime y Greta variaba
según quién la definiera en la familia. Su madre decía que era escritor profesional, su abuelo afirmaba
que era un vago, también profesional. Jaime sospechaba que en realidad ambos se referían al mismo
tipo de trabajo, pero quizá desde el punto de vista
del abuelo Crisóstomo, que era director de un importante balneario en el norte, un vago y un escritor venían a ser lo mismo.
Por su parte, la pequeña Greta estaba convencida de que la ocupación de su padre era arrugador
de papeles.
Lo observaba aporrear las teclas circulares de
su máquina de escribir Remington, a sorprendente
velocidad, acelerando hasta que, de repente, frenaba en seco.
Su boca entonces se llenaba de insultos y maldiciones que le inflaban los carrillos hasta que no podía aguantarlos más, y entonces se le escapaban,
arrancaba la hoja de la máquina de escribir, la arrugaba con ira y la arrojaba hacia el fondo de la sala.
Y mientras los insultos volaban por la ventana describiendo espirales hacia el cielo de Madrid, el papel arrugado caía al lado de Greta dando dos pequeños botes, sin apenas sonido.
—No lo toques.
—¿Por qué? —preguntaba Greta.
—Porque estos papeles arrugados esconden lo
peor y si los abres lo peor te estallará en la cara.
Pero era tan difícil no abrirlos.
CONTINUARÀ...
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